La silla que te espera en la mesa que aún no conoces.
La belleza de la posibilidad de las cosas que amaremos en el futuro.
Durante mucho tiempo sentí que no encajaba. Que siempre llegaba tarde a todo: a las amistades, a los amores, a las oportunidades. Observaba desde fuera cómo otros parecían tener un lugar, una tribu, una mesa donde reírse sin miedo. Y yo, aunque rodeada a veces, me sentía como quien se sienta en una silla prestada: sin soltar nunca del todo el abrigo, por si tenía que irme.
Veía a la gente con sus grupos de amigos de verano, cuando yo nunca he tenido uno. Observaba con anhelo a esas personas que tenían amistades fuertes, a las que ya sabían a lo que dedicarse, a las que tenían un sitio donde simplemente ser.
Pero la vida —silenciosa y paciente— siempre tiene formas extrañas de hablarte.
Un día, mientras caminaba por las calles de Nueva York en mi primer viaje a la ciudad, a mi padre le dio un infarto. Lo sé, supongo que tú tampoco te lo esperabas.
Yo tenía 16 años y a él lo llevaron al hospital de inmediato. Le operaron a vida o muerte y yo, una adolescente que estaba completamente sola en un país que no era mío, esperé horas y horas a que saliera de la operación.
Sin saberlo, esa fue la primera silla que me estaba esperando.
En ese hospital conocí a una chica llamada Carol que me trató como si fuera su hermana pequeña, que me sostuvo cuando sentía que mi mundo se venía abajo sin ni siquiera conocerme de nada.
La operación salió bien, mi padre está perfectamente recuperado y por suerte sólo fue un gran susto.
¿Pero sabéis que? Ese día gané otra familia, Carol y sus amigos cuidaron de nosotros hasta que volvimos a España, me enseñaron la ciudad, crearon recuerdos para mí que a día de hoy son de mis favoritos y ahora cada año voy a visitarla y paso las navidades con ella y con su familia. Ellos vienen también cada verano a España a vernos y es curioso, pero ya no me imagino una vida sin ellos.
El pequeño apartamento de Carol se volvió casa para mi, y tanto ella como yo, siempre hablamos de que había una silla esperándome en su vida, de que estábamos destinadas a conocernos, a ser familia.
Volví a España. Pero algo en mí se había movido. Como si, por un momento, hubiese ocupado un lugar que sí era mío.
Con el tiempo, empecé a notar que no todas las mesas están a la vista. Algunas aparecen después de un "no" que duele, de un trabajo que no salió, de una puerta que se cerró. Como aquella vez en la que me rechazaron en mi primer casting, y terminé conociendo a una directora que vio más en mí de lo que yo me veía a mí misma. Me dijo palabras que todavía hoy me repito cuando dudo. Otra silla. Otra mesa. Otro encuentro que no habría existido sin el tropiezo.
O recuerdo aquel día que decidí ir a ver el entreno de fútbol de mi hermana (yo odiando el fútbol y negándome a ir siempre) y justo allí conocí a la persona que me hace vivir la historia de amor más bonita del mundo cada mañana.
Hoy entiendo que muchas veces la vida nos va preparando lugares sin que lo sepamos. Que no todo lo bueno tiene que ser planeado, ni todo lo importante anunciado.
Hay sillas que te están esperando en mesas que aún no conoces. Y eso, lejos de darme ansiedad, me da esperanza.
Porque quizá mañana, en medio de lo rutinario, de lo ordinario, algo cambie. Tal vez una conversación cualquiera me abra el alma. Tal vez una decisión sin importancia me lleve justo donde debo estar. Tal vez, sin saberlo, esté caminando hacia alguien que también me está buscando.
Y cuando llegue a esa silla, a esa mesa, lo sabré. No porque todo sea perfecto, sino porque por fin sentiré que no tengo que irme pronto. Que puedo quedarme. Que ese lugar, aunque nuevo, ya era mío desde antes.
Y en ese momento, podré dejar tranquilamente mi abrigo.
Soy consciente de que todavía hay muchas mesas por descubrir. Y que en alguna de ellas, tal vez ahora mismo, una silla lleva mi nombre.
¿No es bonito pensar que algunos de nuestros mejores recuerdos aún no han ocurrido?
Ese pensamiento me da esperanza siempre que estoy algo pesimista.
Así que si hoy te sientes así, perdido, si sientes que ya no encajas en ninguna parte, recuerda esto:
Todavía hay lugares que te están esperando con ternura.
Todavía hay personas que van a amarte justo como eres.
Todavía hay una silla con tu nombre grabado en la madera.
Y cuando llegues, vas a entender por qué todo antes parecía tan incompleto.
No te rindas.
La mesa aún no la conoces.
Pero la silla, ya te está esperando.
Nota de la autora: Mi grupo de amigas de la uni, mi primer papel en un proyecto de cine, incluso este espacio para escribir… son sillas en las que nunca hubiera imaginado sentarme.
Y sin embargo, aquí estoy.
Y las que quedan…Que bonito pensar en las que quedan. ✨
Espero que las futuras sillas que nos esperan sean mejor de lo que hemos imaginado.❤️🩹
Qué precioso texto, me llena de ilusión este concepto 🥹 gracias por compartirlo!